sábado, 15 de febrero de 2020

22. Ilusión del ángel caído

Ya habían pasado 3 meses de misión en una castidad absoluta, en la virginal existencia de Juan no fue tan difícil, tentaciones no faltaron, pero todo fue superado, desde los atrevidos “heteros” closeteros hasta gays declarados del pueblo, todas excepto una, el ya mencionado Simón (Cap.3 Ep.18) era un vivas joven que acompañaba en todas las actividades parroquiales, a sus 19 años soñaba con ser sacerdote y se conocía toda la liturgia. Con la llegada de Juan le interesó empaparse de todo el conocimiento misionero, por ello se convirtió en mano derecha de aquelle voluntarie quiteñe, nadie se imaginó que con el tiempo aparecieron otras motivaciones, miradas y sonrisas intentaban cruzarse entre bromas y juegos, pero eran desviadas.
En la parroquia los días lunes eran de descanso y toda la familia diversa parroquial acostumbraban ir de paseo fuera de los comentarios del pueblo. Aquel día lunes Juan tenia trabajo acumulado de su labor de educador en los colegios, entre deberes y pruebas por revisar, se quedó en la parroquia, pensó que estaba solo, en el calor de medio día se encontraba en la sala en pantaloneta, se había quedado dormido entre un mar de papeles y no escuchó que alguien entro en la parroquia, era Simón que tenía sus propias llaves y tampoco había viajado. Inesperadamente a Juan lo despertó un abrazo acompañado de ese inolvidable aroma, sus cuerpas ya se habían encendido, en cuestión de segundos intentó ponerse en papel de heteronormado diciendo “que haces aquí, el párroco no está, ándate”. Juan salió corriendo, inconscientemente fue a la sacristía, intentó esconderse literalmente en el closet de las sotanas, pero el ágil Simón también entró, y sus cuerpos se juntaron en un apasionado beso entre la obscuridad, Juan aterrado salió corriendo por el templo y tropezó en una banca seguido por Simón, cayeron al piso abrazados. Frente al altar mayor tan solo se cerraron los ojos de la culpa, sus labios se juntaron seguidos por sus delgados y calurosos cuerpos que se encontraron desnudos, Juan no tenia idea de que hacer, sin embargo, Simón ya esperaba ese momento, así frente al altar mayor se consumó el primer encuentro sexual de les dos, según lo conversado luego de apagado el fuego. Empezó una aventura afectiva entre les dos que nunca tuvieron el valor de llamarle relación, talvez por no aceptar sus gustos diversos, ese ilirio duró 3 meses con esporádicos y fugases encuentros en cualquier espacio de la parroquia, cualquier momento y lugar era bueno para apagar sus fuegos, la penetración no tenia importancia, bastaba con sentir sus cuerpas y aromas. 
Luego de esos 3 meses la madre de Simón reclamó en reunión del equipo pastoral cierto cambio de actitud en su hije, cierto romanticismo en las canciones que escuchaba, un bajón de las calificaciones, de lo mas inusual en el excelente aprovechamiento académico del joven, al parecer sospechó de un enamoramiento, talvez lo que más le preocupó era con quien, las madres siempre saben, por todo ello le prohibió que asista a la parroquia un mes hasta que sus calificaciones vuelvan a ser excelentes. 
Juan no quería causarle mas problemas a Simón y tomó la dura decisión de ponerle fin a sus encuentros amorosos, luego de unos meses Juan seguía conociendo gente en el pueblo, Simón regresó a la parroquia en aparente normalidad, pero cuando no eran vistos no ocultaban ciertos celos y reproches inmaduros, pero nada pudo evitar el último encuentro al final del año de voluntariado de Juan. 
Con los años Simón optó por una vida heteronormada, con mujer e hijes, al menos a la vista de la sociedad.



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